miércoles, 16 de agosto de 2023

El indigenismo rompió esquemas tradicionales del Columbus Day

Chicago. El movimiento político-social indígena recibirá este 12 de octubre de 1992 con una lista de reivindicaciones a su cultura y sus derechos económicos. No únicamente las organizaciones indígenas o los líderes y voceros de estos pueblos se han preparado para poner en tela de juicio las celebraciones por el quinto centenario de la llegada de Cristóbal Colón al hoy llamado continente americano. Sectores académicos y liberales, sindicatos, dirigentes políticos y representantes de “minorías” étnicas están de acuerdo en cuestionar la legitimidad de la fiesta.

“Este es el gran año”, afirmó Roxane Dunbar Ortiz, activista por los derechos indígenas. “Al mito de Colón se le da aún mucha importancia aquí y las ideas que lo conforman están ampliamente difundidas. Hay mucho qué hacer para divulgar una nueva versión de los hechos”.

En libros de texto y consulta general en Estados Unidos, el avistamiento de las islas Bahamas en 1492 por parte de los marinos encabezados por Colón marca el inicio de la cronología histórica de los Estados Unidos, ignorando cualquier otro acontecimiento previo, como es la fundamental presencia de etnias nativas.

Tradicionalmente la celebración del Colombus Day ha sido aquí una oportunidad de descanso en los primeros días del otoño. Los niños no van a la escuela, las oficinas de gobierno no están abiertas al público y las tiendas departamentales aprovechan la ocasión para atraer clientes con sus annual sales o baratas anuales.

La veneración al navegante italiano se ha expresado a lo largo de años en dedicatorias de monumentos, plazas, parques, ciudades, pueblos, condados, calles y autopistas. La capital de Ohio, Columbus, celebra los 500 años con una exposición floral. Pero a medida que penetran las ideas rebeldes de los años sesenta y en tanto se difunden nuevas interpretaciones de la historia de América, los tributos a Colón han perdido su encanto. Los libros para niños van retirando el concepto de descubrimiento, y gobernados y gobernantes comienzan a modificar el espíritu de la celebración.

Uno de los centros de vanguardia intelectual, la ciudad universitaria de Berkeley, en California, remplazó este año en su calendario oficial los tributos al genovés al servicio de la Corona española por la institucionalización del Día de los Pueblos Indígenas de América. Tulsa, Oklahoma, una ciudad fundada a principios del siglo XX, en medio de comunidades indígenas como los cheroquis y los creek, declaró a 1992 el “Año del Indio”.

“Un cambio así era impensable hasta hace 20 ó 30 años”, afirmó el lingüista y analista político Noam Chomsky, en una entrevista. “Si esto hubiera ocurrido en 1962, hubiera habido una celebración organizada por los blancos racistas; hubiera sido igual que cualquiera de las celebraciones de centenarios pasados”.

La controversia en torno a revalorar la cultura indígena o celebrar a Colón es evidente en diferentes ámbitos de la sociedad estadounidense, particularmente en los influyentes medios de información, en todos los formatos y géneros de redacción: documentales de diarios, reportajes en semanarios y ensayos en revistas mensuales. Dos grandes compañías cinematográficas han llevado a las pantallas la dramatización de la llegada de Colón al “Nuevo Mundo”. Las casas editoriales y los centros de investigación académica han reimpreso sus obras de análisis histórico y biográfico, a veces matizando el impacto de los descubrimientos de Colón y en ocasiones reinterpretando los hechos, hablando de “invasión y resistencia”.

Motores del cambio en la interpretación del pasado han sido los museos y las asociaciones privadas que los patrocinan y administran. A las colecciones de arte indígena les han quitado el polvo acumulado en vitrinas y almacenes de museos. Los restauradores de colecciones en instituciones como el Peabody Museum de Massachusetts, el Museo de Arte de Chicago, el Gilcrease de Tulsa, Oklahoma, y la Galería Nacional de Arte en Washington, entre otros, han reorganizado pisos y salas para incentivar la visita del público. La biblioteca privada Newberry de Chicago abrió una exposición con el interés expreso de “mostrar” a su público -profesionales, empresarios, gente de la clase media- que para los días en que llegó Colón había en el continente unas dos mil sociedades -sedentarias y nómadas- que hablaban sus propias lenguas.

“Es obvio que Colón fue de los que llegó tarde a América”, comentó irónico un miembro del Instituto de Estudios Cheroquis, Chris Back, al subrayar lo cuestionable de celebrar los méritos del navegante genovés. Más punzante aún ha sido el historiador Howard Zinn, al acusar a Colón de haber intervenido en contra de un marino Rodrigo para impedir que la Corona le diera una pensión de por vida por haber sido él quien dio el grito de “¡Tierra a la vista!”.

Los grupos contestatarios coinciden en responsabilizar a Colón de un genocidio que él mismo inició en el Caribe, con los arawaks, continuados no solo en la América continental colonizada por españoles y portugueses, sino también con métodos propios en el área tomada por ingleses, holandeses y franceses.

Arqueólogos e historiadores no coinciden en el cálculo sobre el número de habitantes que había en América en 1492. Se dice que había varios millones, 20, 50 ó 100. Cuando los puritanos llegaron a Massachusetts en 1629 se cree que habría en lo que hoy son Canadá y Estados Unidos, una quinta parte del total continental. El censo de 1990 en este país contabilizó un millón 900 mil.

No obstante los cuestionamientos, las formas de abrirse paso en público y los enfoques de interpretación histórica pueden ser diferentes entre las organizaciones contestatarias.

Algunas reservaciones de Estados Unidos han adoptado el 12 de octubre para recuperar sus valores enterrados y exaltarlos. Los indios oneida y los chippewa que habitan en la zona fronteriza con Canadá, celebran esa fecha su “derecho soberano frente a las leyes de Estados Unidos”. La danza Pom Wow, prohibida junto con otras en este país durante varios lustros en este siglo, forma parte central de la ceremonia.

En Minneapolis, estado de Minnesota, donde hay una amplia representación de culturas indígenas -ya que existen en ese estado norteño 11 reservaciones y varias comunidades fuera de éstas, en medios urbanos y suburbanos-, una entidad llamada Alianza para la Democracia Cultural se ha dedicado a difundir la perspectiva indígena de la historia y calendarios que enumeran las celebraciones alternativas en Estados Unidos.

En Milwaukee, estado de Wisconsin, donde también hay un notable activismo indigenista, un grupo de maestros de escuelas primarias ha publicado un texto llamado Repensando América: Enseñanza sobre los 500 años de la llegada de Colón a América.

El Consejo del Tratado Indio Internacional que representa a pueblos indígenas de todo el continente, reunido en Alaska en agosto de 1991, declaró que no había razón para celebrar el quinto centenario y advirtió a las multinacionales que emprendería campañas de descrédito en su contra si colaboran en estos festejos.

Hasta ahora, solo algunas corporaciones han reaccionado ante la proximidad del quinto centenario, ya sea patrocinando eventos culturales con opiniones diversas o introduciendo en su publicidad imágenes relativas al acontecimiento, sin caer en polémicas.

El cambio de percepción en Estados Unidos respecto a los hechos de hace 500 años es a veces motivo de caricaturas políticas o temas de conversación informal. La controversia está siempre presente.

El involucramiento de las iglesias cubre una gama de posiciones. La organización Religious Task Force de Chicago publicó este año un libro denominado Memorias peligrosas. Invasión y resistencia desde 1492. El protestante Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo, con destacada influencia en algunas comunidades indígenas, publicó a fines de 1991 una declaración en la que pidió a sus congregados que 1992 sea un “año de reflexión y arrepentimiento”.

Por decreto gubernamental, Estados Unidos celebró los centenarios de la llegada de Colón en 1792 y 1892. Pero fue hasta 1971 cuando el gobierno federal estableció oficialmente la celebración del Día de Colón el 12 de octubre, no obstannte que desde 1907 varios gobiernos locales y estatales establecieron formalmente su observación.

“Nos estamos alejando de la época en que solo se celebraba a Colón y entramos a una era en la que se está viendo la historia de los dos lados”, indicó Gary Smith, de la Universidad De Paul, que ha auspiciado en Chicago la discusión pública de la controversia. “No se trata de subordinar a uno u otro lado, sino de presentar los dos lados del diálogo”.

Más allá del debate de ideas, las comunidades indígenas y sus organizaciones apuntan a la necesidad de asimilar el pasado y encauzar los proyecto del nuevo siglo. José Gamaliel González, un activista chicano que subraya sus raíces en las culturas indígenas mesoamericanas, se sumó al debate afirmando que en este debate “la clave es organizarse más allá del quinto centenario”.

Texto: Guillermo G. Espinosa

Publicado originalmente el 8 de octubre de 1992 en el diario Excélsior de la Ciudad de México.


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