domingo, 13 de agosto de 2023

Cheroquis, pese a todo


La imagen de Wilma Mankiller, primera mujer
que lideró la nación cheroqui, fue llevada al
anverso de la moneda de 25 centavos de los
Estados Unidos. A su derecha, la estrella de siete
picos que representa a esta etnia.
Foto: GGEM 
Tahlequah, Oklahoma. Wilma Mankiller es la primera jefa de los cheroquis en un milenio de historia. De voz grave, rostro adusto y trato amable, encabeza hoy a una de las etnias nativas de América del Norte mejor consolidadas económicamente, que ha resistido tenazmente su absorción indiferente en la cultura occidental.

“Hemos resistido todas las condiciones adversas y creo que dentro de dos siglos los cheroquis seguiremos existiendo como una nación viva en el mundo”, dijo en un tono reflexivo durante una entrevista en su modesta vivienda, ubicada en el centro de Tahlequah.

“La mayoría de las políticas de Estados Unidos en los últimos 20 años fue diseñada para asegurar que la lengua y la cultura cheroqui desaparecieran”.

Mankiller fue electa por primera vez en 1987 para un periodo de cuatro años y reelecta en 1991. De 47 años, la dirigente cumple cotidianamente con una agenda de actividades intensa: visitas a comunidades y escuelas, reuniones con otros líderes tribales estadounidenses, entrevistas con representantes de organizaciones de cooperación económica-social en las espaciosas oficinas del gobierno cheroqui, en Tahlequah, en el estado central de Oklahoma. Ella misma dice que su trabajo es como “administrar los recursos de un pequeño país”.

La gente de Tahlequah, la capital de la nación cheroqui, no solo considera a Wilma Mankiller la máxima autoridad administrativa de la etnia, sino también una líder espiritual.

"De cierta forma, mi llegada a la jefatura de la tribu tiene antecedentes en el pasado y es parte de una tradición antigua”, explicó.

“En nuestra nación, antes de que tuviéramos contacto significativo con los europeos, las mujeres tuvieron un papel prominente; existió, por ejemplo, una consjera que era consultada sobre cuestiones que importaban a la tribu; también a veces las mujeres fueron a la guerra con los hombres y hubo ocasioines en que acudieron con los dirigentes de la tribu a reuniones con europeos o, posteriormente, con los representantes del gobierno estadounidense, que siempre preguntaban porqué estaba presente una mujer.

“Al principio, en 1987, fue difícil que la gente de la tribu se acostumbrara al liderazgo femenino, pero se acostumbraron con el tiempo; ahora la gente puede entrar en desacuerdo por la manera de resolver problemas tribales, pero no por mi género”.

La capital cheroqui

Tahlequah es la localidad más importante del condado -un distrito regional que incluye varios municipios- cheroqui, que tiene un total de 12 mil habitantes, sobre una extensión de 110 hectáreas. Se trata de una localidad enclavada en el sur de la sierra Ozark, virtualmente en el centro de la Unión Americana.

Con una población total de 130 mil personas, dispersa en varios estados, la tribu cheroqui es la segunda etnia indígena más numerosa en Estados Unidos, después de los navajos, residentes en la región suroeste del país.

Los cheroquis no viven en reservaciones, en contraste con la realidad de grupos indígenas del norte. Como en la gran mayoría de las poblaciones estadounidenses, la actividad cotidiana de Tahlequah se desarrolla en las afueras de la localidad, en centros comerciales y de servicios con amplios estacionamientos para autos.

La capital cheroqui tiene un centro antiguo con pocas viviendas, algunos comercios y servicios, las oficinas administrativas y judiciales del condado y, algo raro en las poblaciones de Estados Unidos, un parque central donde se conserva el primer edificio gubernamental de la etnia, en Oklahoma, adonde fueron trasladados forzosamente hace 153 años. Las iglesias son en su mayoría protestantes; las calles llevan nombres de otras naciones indígenas o de cheroquis notables.

En los alrededores de la localidad hay casas aisladas libres de toda ostentación; tiendas de artesanías indígenas y antigüedades, conocidas como “trading posts”, y lotes de compra-venta de vehículos desarmados. Entre cerros boscosos de baja altitud, lagos y ríos circulan automóviles viejos y en ellos se puede ver que, generalmente, los conductores tienen la piel morena. El 80 por ciento de los habitantes es cheroqui; el resto lo componen individuos de otras etnias que estudian aquí en el campus de la Universidad de Oklahoma, y los llamados “hombres blancos”.

Una minoría de las casas campiranas aún carece de un camino pavimentado o agua potable. En los últimos 30 años, los cheroquis han logrado remplazar viviendas rústicas por casas construidas con materiales procesados industrialmente que tienen todas las comodidades de una residencia urbana.

Hemos resistido”

- ¿Cuál es la perspectiva que tiene sobre la historia de los cheroquis y cómo percibe la situación actual? ¿Cuáles son sus preocupaciones actuales?

- Los cheroquis hemos resistido un pasado terrible; el trato del gobierno de Estados Unidos ha sido implacable; sin embargo, siempre hemos remontado las condiciones adversas una y otra vez. Fuios muy tenaces en reconstruir nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra tribu.

“Tengo que ser optimista. Si hemos resistido hasta ahora, seguramente resistiremos en el futuro. Como pueblo no estamos ya tan preocupados por lo que ha ocurrido en el pasado, pero reconocemos que si no somos cuidadosos la historia continuaría repitiéndose. Por eso hemos defendido siempre el derecho de formar un gobierno de la nación cheroqui.

La mayoría de las políticas de Estados Unidos en los últimos 200 años fue diseñada para asegurar que la lengua y la cultura desaparecieran.

“Se puede ver que tenemos hoy muchos problemas, que la mayoría de la tribu ya no habla nuestra lengua indígena; solo 15 mil de nosotros hablan hoy este idioma con fluidez (ocho por ciento de la tribu); perdimos nuestras tierras y se prohibieron nuestras danzas, pero conservamos bastante todavía... En vez de pensar en lo que nos arrebataron, nos fijamos en lo que retuvimos, para reconstruir a partir de ahí. Creo que dentro de dos siglos los cheroquis seguiremos siendo parte de las naciones vivas del mundo”.

"El camino de lágrimas"

Los cheroquis forman parte de los pueblos indígenas de la costa oriental estadounidense con los que los ingleses y holandeses tuvieron sus primeros contactos en América del Norte. A un grupo formado por cheroquis, creeks, chickasaw, choctaw y seminoles, se les conoce como “las cinco naciones civilizadas”. Al aceptar la relación pacífica con los colonizadores, adoptaron instituciones de corte europeo; de esta manera, los cheroquis codificaron su idioma e incluso publicaron un periódico llamado Cherokee Advocate o Defensor Cheroqui.

En contraste con los indígenas del este, las etnias de las regiones noreste, centro-norte y oeste de Estados Unidos, no establecieron contacto con la cultura anglosajona y el entonces pequeño y joven ejército estadounidense, hasta la segunda mitad del siglos XIX. La relación previa de tribus establecidas al poniente de los Grandes Lagos con los franceses se centró en el comercio de pieles. Las misiones católicas y los presidios fueron de parte de la cultura española el medio de enlace con los indios del desierto de Arizona, las montañas Rocallosas y las cuencas de los ríos Misisipi, Bravo, Arkansas, Rojo, Gila y Colorado.

Los cheroquis sobresalieron en el pasado por ser los protagonistas de un pasaje histórico estadounidense de 1838 a 1839, que los libros identifican lastimosamente como The Trail of Tears o El camino de lágrimas. Por órdenes del presidente Andrew Jackson, cientos de familias tuvieron que recorrer una distancia de dos mil kilómetros con sus niños y algunas de sus pertenencias, las que el ejército estadounidense les toleró llevar, desde Carolina del Norte, Georgia y Tenesí hasta Oklahoma, entonces declarado desde Washington como “territorio indio”.

Las imágenes pictóricas más difundidas de ese pasaje histórico presentan a un indígena cabizbajo, montado en un caballo que va al trote. Los historiadores estadounidenses relatan que, en efecto, algunos cheroquis hicieron el recorrido sobre el lomo de sus equinos, otros fueron transportados en barcazas a través de ríos y hubo además quienes viajaron en trenes, aunque hayan ido parados. Sin embargo, la mayoría de los 16 mil cheroquis tuvo que emprender a pie el trayecto, abandonando cuatro mil cadáveres en las veredas.

- Un historiador de la Universidad de Chicago, Hagan, autor de A History of Indian Peoples, escribió en los años sesenta: “Guiados por los mestizos (mixedblood)”, los cheroquis avanzaron en el siglo XVIII y XIX hacia la civilización, distinguiéndose del resto de los indios que habitaban en la frontera de las sociedades de la cultura inglesa con los pueblos nativos. ¿Cuáles cree usted que sean los factores que han permitido a su nación sostenerse a sí misma frente al acoso de la cultura europea?

- Diría que es prácticamente lo contrario, respondió Mankiller convencida. Hemos sobrevivido porque principalmente tomamos en cuenta los valores tradicionales de los cheroquis, uno de los cuales es tratar de buscar algo positivo en la situación más negativa.

“Mi entendimiento de las cosas es que hemos sido progresistas porque tenemos una historia que nos hace fuertes, tenemos tradiciones y cultura, pero también porque poseemos una larga historia de gobierno.

“Quiero hacer notar que me disgusta el término “civilización porque implica que antes de que los europeos vinieran, aquí en América los pueblos no encajaban con la idea de “civilizado”. Si se mira el caos que hay en el mundo y si por el contrario se mira el balance y la armonía que hay en algunos pueblos indígenas, uno comienza a preguntarse quién llama a quién incivilizado”.

Población

Después de su traslado forzoso a Oklahoma, el territorio cheroqui fue progresivamente reducido para establecer en las áreas circunvecinas a otras etnias indígenas.

La mayor parte de los cheroquis vive desde entonces en Oklahoma, dentro y fuera del condado cheroqui. Durante un milenio residieron en el este de América del Norte, donde hoy se encuentran los estados de Carolina del Norte, Georgia y Tenesí, un área que se extiende de los montes Apalaches a la la costa del Atlántico.

En la segunda mitad del siglo XIX, una “banda” cheroqui logró reinstalarse en Carolina del Norte, en la parte sur de los Apalaches. Hay también algunos cheroquis en zonas urbanas de Georgia, California, Kansas, Texas e Illinois. La contabilidad de este grupo es posible por medio del registro en un padrón que permite la acreditación formal de la nacionalidad.

El estadounidense promedio desconoce la existencia de gobiernos indígenas, como el cheroqui, ignora que este mismo tenga, por ejemplo, su propio alfabeto, codificado en 1821 por un intelectual indígena llamado Sequoyah, que siendo partidario de la unificación indígena en un solo territorio viajó a México en 1842, en busca de grupos de cheroquis que emigraron hacia el sur, cuando arreció el acoso estadounidense.

Además de Sequoyah, hay cheroquis distinguidos por su incursión en el ámbito de los espectáculos: entre ellos Will Rogers, ex jefe cheroqui, “vaquero filósofo” y “embajador de la buena voluntad”, con “un cuarto de sangre” indígena. Es un ídolo del estado de Oklahoma: una autopista y un aeropuerto llevan su nombre, hay un museo en su memoria y referencias nominales en avenidas, edificios y parques públicos, publicaciones impresas y memorabilia en todo tipo de objetos: playeras, tazas, vasos, pines y carteles.

Para muchos aficionados al beisbol, los cheroquis de la “Banda Este”, en Carolina del Norte, son reconocidos por fabricar en los Apalaches las hachas gigantes de unicel y plástico que los seguidores del equipo deportivo “Pieles Rojas” utilizan para amenizar sus porras en los partidos de temporada.

Quinto Centenario

¿Cómo percibe el aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a este continente?

- No podemos menos que ver estos últimos 500 años como algo de lo más oscuro que ha habido en la historia. Fuimos devastados, perdimos vidas y tierra; algunos pueblos indígenas son etnias extintas.

“Pese a todo, hay también un lado positivo. 1993 fue declarado el año de los indígenas de América. Por ello, tenemos que celebrar el hecho de que muchas tribus hayan logrado recuperar sus ceremonias tradicionales; de que mantengamos un sistema de valores que da importancia a la búsqueda de metas más amplias que la acumulación de riquezas como símbolo del éxito; y, al final, haber logrado conservar nuestras lenguas y gobiernos.

“Creo que es tiempo de reflexión, pero sobre todo de educación, de decir a otros pueblos quiénes somos y cuál ha sido nuestra historia. Ciertamente, no creo que sea época de celebración”.

* Texto: Guillermo G. Espinosa 

Originalmente publicado el 4 de febrero de 1993 en Revista de Revistas de Excélsior.


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