lunes, 21 de agosto de 2023

Automóviles compartidos: Carpools

Los Ángeles. De Nueva York a Los Ángeles, de Miami a San Francisco, se está diseminando un movimiento para desalentar el uso individual de automóviles en las megalópolis estadounidenses, formando una corriente que avanza incluso contra los patrones de la cultura urbana de esta nación: en Detroit abrió la primera línea de ensamblaje de coches motorizados en el mundo y asfaltó la primera avenida para el tránsito de vehículos con ruedas de caucho.

Los trabajadores se organizan en las grandes urbes para viajar en un solo vehículo desde sus áreas de residencia hasta los centros de trabajo. A estos conjuntos les denominan carpools o grupos en autos y vanpools o grupos en camionetas tipo van, que cuentan con carriles exclusivos en las autopistas.

La idea primigenia de estos pools apareció en Los Ángeles durante la crisis del petróleo de 1973-1974. Fue hasta los años ochenta cuando se consolidó en las mega-ciudades estadounidenses, como parte de una estrategia para reducir el número de vehículos en circulación, con una sola persona a bordo; disminuir contaminantes en la atmósfera; desahogar autopistas y bajar los gastos para construcción y ampliación de las mismas.

“No hay dinero suficiente para construir y ampliar las autopistas por donde circule tanta gente que maneja sola”, dijo Bruce Roberts, administrador del programa Rideshare o Viaje compartido del gobierno de Los Ángeles.

Aquí se moviliza un promedio diario de cinco millones de vehículos (dos millones más que en la Ciudad de México), que aporta entre 60 y 80 por ciento de los contaminantes de la atmósfera. Y coincidentemente con la situación del valle de México, el aire sucio queda atrapado por una cadena montañosa que se encuentra al este de la urbe.

Límites

Dentro de los límites formales de la ciudad de Los Ángeles habitan nueve millones de personas, ero la población del condado (macromunicipio) de Los Ángeles más la de dos de los condados conurbados, Orange y Ventura, suman 12 millones de 300 mil, sobre una superficie mayor que la del área metropolitana de la ciudad de México.

Según encuestas de las autoridades locales de transporte, un angelino típico pasa 69 minutos diarios en su automóvil, muy por encima de los 23 minutos que registra el promedio nacional urbano en viaje redondo a su centro de trabajo. Para cruzar la totalidad de la mancha urbana por las autopistas de Los Ángeles que van de sureste a noroeste, se necesitan de 70 a 90 minutos, dependiendo de las condiciones del tránsito.

Los residentes de los suburbios más próximos al centro angelino, como Burbank, requieren de por lo menos media hora para trasladarse de un punto a otro. Quienes viven en el condado de San Bernardino, conurbado a Los Ángeles por el este, tardan de 45 a 90 minutos para ir al centro angelino, dependiendo del punto de partida, la velocidad de tránsito general y los obstáculos en el camino.

El costo de mantenimiento de un coche en Los Ángeles es de 53 centavos de dólar por milla recorrida -un kilómetro 640 metros- y la velocidad promedio en la urbe es actualmente de 56 kilómetros por hora, pero dentro de siete años se calcula que podría bajar a 27 kilómetros. Los angelinos comenzaron a reconocer sus problemas de contaminación desde los años cuarenta cuando el uso masivo de automóviles se convirtió en una parte del modo de vida americano o American way of life, en medio de la efervescencia económica de la postguerra y la consolidación de su cultura suburbana.

Contaminación

“Hace 20 años nos dimos cuenta de que los condados del área de Los Ángeles teníamos que trabajar juntos porque la contaminación del aire no reconoce fronteras políticas”, explicó Roberts, experto en estrategias de transporte, que también ha contribuido al diseño de programas en Nueva York.

Los angelinos encontraron que había diferentes vías para resolver el problema: se redujo primero la cantidad de contaminación que emitían los autos al aire; después se reconoció la necesidad de disminuir el número de autos en circulación, mejorando la oferta de transporte público, rezagado respecto a otras megaciudades del país y desalentando el uso individual de autos, agregó Roberts.

La legislación nacional sobre la limpieza del aire o Clean Air Act de 1970 hizo obligatorio el uso de convertidores catalíticos y exigió a la industria petrolera mejorar la calidad de la gasolina. El estado de California estableció además la revisión obligatoria de los motores de vehículos.

Con esas acciones los niveles de contaminación se redujeron progresivamente en Los Ángeles, aunque se necesitó de 10 a 15 años para bajar las emisiones. Hoy en día, esta urbe sigue siendo la más contaminada en Estados Unidos y el reto es mayor desde 1990, debido al reforzamiento de los parámetros sobre la limpieza del aire.

Jueves, auto compartido

La idea de formar pools se ha denominado por distintas regiones de los Estados Unidos, pero es en Los Ángeles donde se han logrado los mejores resultados, de acuerdo con las fuentes consultadas.

La promoción de los equipos está a cargo de organismos sin fines de lucro como Commuter Transportatioin Services (CTS), que es la mayor y más antigua organización en su tipo y cuyo objetivo es mejorar la fluidez del tránsito de vehículos en esta ciudad.

Una de las tareas de CTS es establecer contacto entre individuos de la zona metropolitana angelina interesados en participar en un grupo, llamados carpoolers. La entidad cuenta con un presupuesto anual de 12 millones de dólares y emplea a 150 personas que reciben llamadas telefónicas, procesan información de encuestas, organizan listas por zonas de residencia y asesoran a grupos y empresas que quieran formar equipos.

Para las empresas o instituciones públicas con más de 100 trabajadores es obligatorio formar pools. Los gobiernos del condado de Los Ángeles, del municipio de Los Ángeles, del municipio de Los Ángeles y grandes empresas como Hughes Aircraft, entre muchos otros, cuentan con oficinas especializadas para organizar a sus empleados.

Con frecuentes anuncios en radio, CTS desarrolla actualmente una campaña para que la gente comparta sus automóviles en jueves, que se considera uno de los días menos impredecibles de la semana. El objetivo es bajar 20 por ciento la circulación de vehículos en un día, es decir, de cinco a cuatro millones de vehículos.

Preocupación

CTS dispone actualmente de una lista de medio millón de personas interesadas en compartir su auto y el año pasado logró que 111 mil se sumaran al programa, según el director de la organización, Jim Sims.

Si aquella cantidad de individuos comparten su automóvil en un día, se dejan de consumir 263 millones de litros de gasolina y hay 25 mil 812 toneladas de contaminantes menos en el aire, explicó Sims.

A las personas que se unen al programa se les envían los nombres de gente que quiere compartir trayectos. La información ofrece detalles sobre horarios, orígenes y destinos, y se dan sugerencias prácticas como, por ejemplo, conocer previamente a las personas que compartirían un auto o una camioneta.

“Hay mujeres que se unen al programa a condición de viajar con otras mujeres, porque así lo desean ellas o porque sus maridos lo piden”, dijo una telefonista al referirse a las inquietudes específicas de la gente que llama a CTS.

El organismo ha detectado por medio de encuestas que las personas de origen latino son más propenas a compartir sus viajes. El 32 por ciento de los automovilistas de origen latinoamericano está dispuesto a compartir sus viajes, comparado con 28 por ciento de negros y 15 por ciento de asiáticos y blancos. Aún más definido es el caso de latinos que solo hablan español, porque el porcentaje aumenta a 52 por ciento.

Romance de pistoleros

Sims descarta que la cultura del automóvil en Estados Unidos esté en contradicción consigo misma, aunque se dice optimista sobre el futuro de los programas para compartir viajes y cree que en 1995 había un millón de personas en las listas de CTS. “La gente de este país ama realmente sus automóviles”, comentó Sims, “pero comienza a reconoce que viajar al trabajo solo no es muy práctico”.

Para Roberts, el atractivo principal de integrar pools es el beneficio económico para las familias.

Típico representante de la clase media profesionista estadounidense, con auto y residencia en los suburbios, el funcionario es parte de un grupo que comparte con 12 empleados del gobierno municipal una van; así se ahorra unos cinco mil dólares anuales y se evita la molestia de viajar 128 kilómetros de lunes a viernes, en viaje redondo del condado de Orange al centro de Los Ángeles.

“La gente se da cuenta de que la cultura del automóvil afecta la calidad de vida”, porque se traduce en contaminación y un drenaje para la economía del propietario y de la sociedad: combustible, mantenimiento, seguros, autopistas, estacionamientos, apuntó Roberts. “A eso que laman romance de los californianos con los autos, yo prefiero nombrarle matrimonio de pistoleros”.

Texto: Guillermo G. Espinosa

Originalmente publicado el 14 de junio de 1993 en el diario Excélsior de la Ciudad de México.


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