sábado, 9 de septiembre de 2023

La cultura de la guerra

En el Capitolio de Texas, lista de oficiales del
 ejército de los Estados Unidos que murieron
 durante la invasión a México de 1846 a 1848.
 Foto: VLPC

Chicago. Con 11 guerras a cuestas y un millón 154 mil soldados caídos en combate o perdidos en acción, una singular cultura de la guerra se ha enraizado en este país.

Hoy fue Día de la Conmemoración en Estados Unidos, Memorial Day en la lengua de este pueblo que en algún momento de su historia se ha quejado de “la exportación de revoluciones”, aunque ha llevado a más de un millón de militares a guerras con el extranjero, en 214 años de su historia.

El Memorial Day honra desde hace más de 100 años a los guerreros estadounidenses. Este año, la diferencia está marcada por los hechos en el Oriente Medio. Atrás quedó el debate sobre la moralidad de la guerra contra Vietnam y la derrota frente a un pueblo menormente armado. Ahora se celebra la guerra contra Irak.

En el lugar de residencia del comandante Norman Schwarzkpof, Tampa, Florida, anoche hubo fuegos pirotécnicos sobre sobre la bahía. El vicepresidente Dan Quayle depositó una ofrenda floral en el cementerio de Arlington, situado al sur de la capital estadounidense.

Lejos de la formalidad oficial, el Memorial Day es buen pretexto para ir a fiestas o a bares; la oportunidad para los ricos tomen unas breves vacaciones y algunos miembros de la clase media guarden luto. Es uno de esos días en que la gente del campo, las montañas y los barrios de trabajadores urbanos vistan el cementerio.

Es también ocasión para algunos grupos contestatarios manifiestan su indignación por la actitud belicista de su gobernante. El domingo cientos de motociclistas vestidos de negro, estilo rebeldes sin causa, recorrieron las calles del centro de Washington, yendo del Pentágono a la Casa Blanca.

“Las marchas triunfales con listones amarillos no pueden esconder el hecho de que hoy la situación en el Oriente Medio no es mejor que antes de la guerra”, afirmó Barry Romo, de la organización Veteranos de la Guerra de Vietnam contra la Guerra, en Chicago.

“No hay democracia en Kuwait; Sadam Hussein sigue en el poder y los curdos están muriendo. Bush y compañía pueden pensar que la guerra resuelve los problemas, pero la realidad está superando a la Tormenta del Desierto”, dijo en referencia al nombre de la operación militar en Irak, desarrollada del 2 de agosto de 1990 al 28 de febrero de 1991.

Un académico de la Universidad de Chicago, Barry Karl, afirma que en la historia de Estados Unidos, especialmente en el siglo XIX, a la guerra se la ha considerado un deber patriótico.

“Con la crisis del Golfo se hicieron evidentes algunos cuestionamientos, pero en general los estadounidenses han aceptado ir a la guerra por razones prácticas”, apuntó al ser interrogado sobre las guerras hechas por Estados Unidos.

Muchas veces justificada, la historia bélica de la Unión Americana abarca una larga lista. Y más extensas aún son las acciones de intervención o invasión.

“Estados Unidos ha logrado moldear su imagen de defensor de los inermes en los textos de secundaria, pero no sucede lo mismo en el registro de los asuntos internacionales”, escribió Howard Zinn, autor de A people's history of the United States.

Sin contar las bajas en la invasión a Panamá, en 1989, los asesores estadounidenses caídos en El Salvador, en la década pasada; los muertos en Beirut en 1983 y 141 soldados en Kuwait, Estados Unidos reporta 650 mil fallecidos en conflictos en el extranjero, 120 mil de los cuales fueron sepultados fuera de su país.

En la Guerra Civil (1861-1865) perecieron 497 mil y durante la expansión hacia los territorios indios del Oeste, otros mil. La cuenta total de un millón 154 mil soldados caídos en 11 guerras comienza en la Guerra Civil en 1861 y no incluye intervenciones militares cortas.

La expresión cultural

Hay países en América o en Europa en los cuales las familias pueden viajar a las localidades rurales en búsqueda de iglesias y plazas antiguas.

Aquí uno puede tomar los mapas turísticos y localizar monumentos, cementerios o hasta carreteras, como en el estado de Wisconsin, dedicados a los combatientes de este país.

En Silvis, Illinois, una comunidad mexicana que se asentó a orillas del río Mississipi desde la segunda década de este siglo construyó su propio Memorial para honrar a una desproporcionada cantidad de 30 mexicano-americanos de la pequeña localidad, muertos en Europa, Corea y Vietnam.

La erección de monumentos a los veteranos es una práctica extendida. En la zona metropolitana de Chicago, según la administración de parques de la ciudad, hay más de cien sitios dedicados a ex combatientes fallecidos.

En cada capital estatal, como en Lansing, Michigan, hay por lo menos una lápida conmemorativa. En Indianápolis hay un obelisco de más de 20 metros de alto. En Madison, Wisconsin, se inaugurará el año próximo un museo exclusivos de los veteranos de guerra; este estado posee una de las más notables tradiciones de evocación de sus guerreros.

Ser veterano de guerra en la Unión Americana es al menos un honor personal y un tema relevante en la retórica política nacional.

En el país de mayor gasto militar en el mundo, cualquier ciudad pequeña o barrio urbano que se precie de respetable tiene su tienda de artículos militares; una biblioteca pública con su sección de novelas sobre los tiempos de la guerra; una arrendadora de películas viodeograbadas con su sección de cintas bélicas, que incluya desde las luchas cuerpo a cuerpo, hasta los combates galácticos.

La antonomásica relación de la cultura estadounidense con la guerra se expresa en la existencia de tiras cómicas como Doonesbury, un veterano de la guerra contra Vietnam, que no se quita el uniforme y el casco ni para dormir.

Entre la clase política hay quienes sacan ventaja de su participación en la Segunda Guerra Mundial, Corea o Vietnam. Entre los periodistas, el cubrir una guerra es símbolo de estatus y experiencia.

Las tropas

Sin incluir a la Guardia Costera, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos calcula que en Estados Unidos el total de miembros de las fuerzas armadas es de dos millones 117 mil 900, de los cuales 219 mil son mujeres. Un millón 613 mil son reservistas que reciben o han recibido algún beneficio económico de las instituciones militares.

Con base en esa cifra se tiene que casi uno de cada cien estadounidenses está involucrado directamente con las instituciones castrenses.

La mayor parte de las tropas está formada por hijos de trabajadores. Muchos de ellos esperan que a cambio de arriesgar su vida obtengan ayuda económica para realizar sus estudios. “Pero no sucede así”, dijo Emma Lozano, de una organización de Chicago llamada Comité Latino. “Las minorías, especialmente los hispanos, cuentan solo cuando hay guerra o cuando hay elecciones. Después se olvidan de nuestra educación y no nos dejan más alternativa que el trabajo en fábricas”.

En Estados Unidos, las guerras son decisión de los gobiernos, pero la actitud del pueblo es un aspecto que vale la pena observar. El sentimiento nacionalista que desatan las guerras -como en los años cuarenta ó en la crisis del Pérsico- le han dado popularidad a algunos presidentes.

Según una encuesta del diario nacional USA Today, al finalizar el conflicto con Irak, en la última semana de febrero de 1991, el 91 por ciento de los estadounidenses aprobaban la forma en que estaba desarrollándose la gestión pública del presidente George Bush. Tal nivel de apoyo no había visto en el presente siglo, según la publicación.

Las expresiones culturales de las guerras y las fuerzas armadas se distinguieron en las páginas de cualquier impreso periódico, en los cuales la guerra contra Irak incendió sentimientos antiHussein, como si se hubiera tratado de Adolf Hitler.

Para conmemorar el hecho bélico, salieron sorpresivamente a la circulación públicarevistas que desglosaban las características de las instituciones armadas estadounidenses y de las iraquíes, como si se tratara de equipos de futbol americano que luchan por hacer que su línea territorial avance. Las publicaciones se vendieron “como pan caliente”, con títulos como United States at war y Desert Storm.

Los medios, como el mismo USA Today, han publicado imágenes de tropas de asalto que cuidan la salud de soldados iraquíes en recuperación física o kuwaitíes que besan la bandera de Estados Unidos.

Algunas industrias y comercios pequeños también trataron de usufructuar del patriotismo vendiendo todo tipo de “recuerdos”, que van desde la fotografía estampada de un cohete balístico Patriot en una playera, hasta la cara de Shwarzkopf en tazas de café.

Después de tres meses de concluida la guerra, como símbolo de bienvenida, las calles de las ciudades estadounidenses lucen moños amarillos en edificios o antenas de automóviles y carteles impresos o luminosos que rezan: We support our troops. We are proud of our soldiers. Congratulations for the victory. [¿Quién podría afirmar crudamente que esa tierna canción popular de los años setenta, titulada "Ata un moño amarillo al viejo roble”, es una auténtica pieza de la cultura bélica americana? Pues lo es.]

La guerra aparentemente terminó en el Pérsico. La animosa euforia es más grande hoy.

Texto: Guillermo G. Espinosa

Publicado originalmente el 28 de mayo de 1991 en el diario Excélsior de la ciudad de México.



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